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Photo by Evan Clark on Unsplash

A veces creemos que el maltrato y el abuso contra los animales consisten sólo en golpes y torturas. Pero lo cierto es que hay muchas formas de abusar de un animal sin siquiera tocarlo. Se trata, en estos casos, de abusos solapados, silenciosos y persistentes, que se perpetran en medio del correr de los días y que tienen en sí la potencialidad de generar una interminable espiral de dolor. Son maltratos que, muchas veces, pasan inadvertidos. Voy a poner un ejemplo. Por desgracia, este ejemplo es real y está ocurriendo ahora mismo.

Una persona trae a su casa una cachorra canina a la cual no alimenta ni cuida bien. La joven perra escapa a la calle en busca de comida cada vez que quiere, debido a que la dueña no se ha tomado el trabajo de hacer una cerca que lo impida. En la calle, la perra husmea por doquier exponiéndose a contraer mil enfermedades. Llega un día en que ya es adulta, cae en celo y, por supuesto, es montada por todos los machos que pasan por la cuadra.

Transcurren dos meses. La perra pare. Dos perritos sobreviven. Tampoco son alimentados ni cuidados adecuadamente, y siguiendo a la madre desde que son capaces de caminar, andan por la calle con todos los peligros que esto supone. Están famélicos. Es obvio que si la dueña no podía (o no se tomaba el trabajo de) alimentar adecuadamente a la madre, menos aún es capaz de alimentar ahora a los pequeños. Tampoco hace nada por buscarles un nuevo hogar. Permanece indiferente a la vida de los perritos. Estos, callejeando todo el día, van creciendo silvestres y se van volviendo ariscos al punto de no dejarse tocar ya por persona alguna, lo cual, evidentemente, hará muy difícil (si no imposible) su adopción.

No debemos olvidar que los perros son animales sociales y que para que se desarrollen sanos y felices, debemos sociabilizarlos desde que son bien pequeñitos. Debemos acostumbrarlos al trato humano, y a ser acariciados por nosotros, además de enseñarles las normas básicas de convivencia, como, por ejemplo, dónde deben hacer sus necesidades y qué cosas están permitidas dentro de casa y cuáles no. Todo ello mediante educación y adiestramiento con refuerzo positivo y jamás mediante represalias, gritos y golpes… Pero, volvamos al caso que nos ocupa.

La madre de los cachorros vuelve a caer en celo. Como no ha sido esterilizada (algo que no ocupa ni preocupa a la dueña), es montada una vez más por los perros del vecindario. Todos estos animales, desde luego, corren el riesgo de contraer un TVT (tumor venéreo transmisible) o de contagiarse cualquier enfermedad, lo cual viene a ser MALTRATO ANIMAL COLECTIVO, y aún, fíjense bien, no se ha dado un golpe y no se ha emitido un grito.

Mientras tanto, otra camada se pone en camino sin que la perra se haya repuesto todavía del primer parto. Los 2 hermanitos de la camada anterior siguen creciendo en la calle, siempre famélicos. En cuanto alcancen la edad adulta, la hembrita será a su vez cubierta por los machos vecinos (también con acceso a la calle aunque no son estrictamente callejeros) y el machito cubrirá igualmente a su madre y a su hermana. Los hijos de este linaje de perritos, o no serán viables o tendrán un sistema inmune muy frágil y deficiente debido a que ninguno de sus progenitores ha recibido jamás la alimentación ni el manejo adecuados, lo que, inevitablemente, generará más dolor.

¡Qué espantosa espiral de maltrato! Cuánta violencia hacia los animales, sin que se haya ejecutado acto agresor físico alguno. Porque este es un caso típico de violencia invisible e inaudible para aquellos que consideran que abusar de un animal consiste sólo en pegarle, gritarle, tenerlo viviendo en una azotea, enjaulado, o amarrado con una cadena. Actos que son, desde luego, abuso y maltrato inaceptables, pero que resultan mucho más visibles y reconocibles que el caso comentado en este artículo.

Como hemos dicho tantas veces, no esterilizar a nuestros animales y dejarlos ambular libremente por las calles, son formas de abuso animal porque crean una población callejera hambrienta y desatendida que, por demás, se va a reproducir exponencialmente. De ese modo, no solo se maltrata a la infeliz perra que pare cada 6 meses y a los cachorros que nacen sin esperanzas de tener una vida adecuada, sino que se maltrata también a los miles de perros que continuarán naciendo a causa de nuestra negligencia.

Por si fuera poco, se violenta también el ambiente en que vivimos y a las personas que sufrimos viendo esas situaciones sin tener solución para ellas. Se maltrata a los niños de la comunidad, que se acostumbran a ver con indiferencia estas escenas, y se “educan” en la negligencia, la insensibilidad y la indolencia frente al abuso hacia otras formas de vida.

Estas son sólo algunas de las sutilezas y facetas del maltrato y del abuso contra los animales. Un tema tan abarcador como complejo que nunca estará agotado y que próximamente retomaremos.