Como no es habitual que los perros lleguen a edades muy avanzadas, pocas personas saben que ellos también pueden sufrir deterioro mental relacionado con la edad. A este deterioro, muy parecido al que ocurre con los seres humanos, los veterinarios lo llaman síndrome de disfunción cognitiva (SDC) o síndrome del perro viejo (cualquier perro que pase de 8 años de edad puede ser considerado viejo, más aún si se trata de perros de gran tamaño pues estos envejecen antes y viven menos que los perros pequeños o de razas miniatura). El SDC es el conjunto de signos que ponen en evidencia el gradual deterioro de las habilidades cognitivas del animal y se manifiesta, por lo general, en cambios de conducta no relacionados con enfermedades. Se cree que más de la mitad de los perros mayores de 8 años sufren el SDC. Es, por tanto, muy importante, que los dueños de perros ancianos estén conscientes de esta situación, porque, igual que las personas en las mismas condiciones, los perros también necesitan ayuda extra de sus cuidadores.
Los 4 signos básicos que permiten diagnosticar que un perro padece el SDC son los siguientes:
1. Contrariamente a sus costumbres y a lo que se le ha enseñado, hace sus necesidades dentro de la casa, en cualquier momento y en cualquier lugar. No avisa ni da señal alguna para que lo dejen salir, si es de los perros que están acostumbrados a desahogarse en un patio o jardín.
2. Duerme mucho más de día y mucho menos de noche. Y también demora más en despertarse.
3. Actúa de manera confusa y deambula apáticamente por la casa. Sus ojos parecen adormilados. Sale al jardín, por ejemplo, y se queda simplemente parado como si estuviera en una suerte de limbo. Se esconde o se refugia en lugares solitarios con mayor frecuencia. No reconoce a los amigos. Puede, incluso que no reconozca a su propio dueño. Y no obedece cuando se le llama. Es como si estuviera desconectado; no es que se haya hecho rebelde ni nada por el estilo.
4. No responde como antes a los estímulos sociales. Se acerca menos a la gente, lo llamen o no. Y no le gusta que lo acaricien mucho tiempo. Tampoco sale a recibir al dueño cuando este regresa a casa.
Por supuesto, hay más señales que las citadas, pero estas son típicas del SDC y pueden dar una idea al dueño de lo que está pasando con su perro.
Es preciso tener en cuenta, además, que muchos perros van perdiendo la agudeza de sus sentidos con la edad. Es casi seguro que un perro mayor de 10 años ya no oiga ni vea bien. Por tanto, si llamamos a nuestro anciano perro y no responde, no debemos suponer que se ha vuelto desobediente. Es muy posible que ni siquiera nos haya escuchado.
Otro fenómeno que ocurre es que nuestro perro puede ir volviéndose indiferente a nuestra presencia y a nuestras caricias. Como ya señalamos, puede incluso que no nos reconozca, pues su mente ya no está con él. No es que haya dejado de querernos, no es eso lo que ocurre. Lo que ocurre es que ha perdido facultades mentales y habilidades cognitivas, y ha dejado de reconocer todo lo que antes le era familiar.
Un perro anciano, por lo general, duerme mucho y tiene el sueño muy pesado. Puede que tengamos necesidad de tocarlo, sacudirlo un poquito o de hacer un ruido muy fuerte (unas palmadas, por ejemplo) para despertarlo. No hay que olvidar tampoco que, aparte del SDC, los perros viejos pueden padecer dolores artríticos. Dolores que no son capaces de comunicarnos pero que los dueños atentos podrían notar por la manera en que camina el animal. Si apuramos a nuestro perro para que se levante o lo queremos cargar para cambiarlo de lugar, puede también que hasta nos gruña. No lo tomemos a pecho. Es probable que algo le duela o, simplemente, que al sentirse tan discapacitado, sin vista y sin oído, se esté protegiendo a sí mismo con lo único que le queda: gruñir. No debemos regañarlo por eso. Sería injusto y cruel, porque él no nos está retando ni desobedeciendo. Sencillamente, ya no está en sus cabales.
Otro aspecto que los dueños de perros ancianos deben tener presente es que se distraen con mucha facilidad. No porque algo les llame la atención sino porque a menudo caen en una suerte de limbo y pierden el contacto con la realidad. Eso da lugar, por ejemplo, a que dejen de comer a mitad de la ración, como si se les hubiera olvidado de pronto el plato que tienen delante o como si la comida no les interesara más. Es por ello que los dueños deben estar muy atentos y observar a su perro anciano cuando come. Así, si ven que se detiene, pueden estimularlo para que continúe alimentándose. ¿Estimularlo, cómo? Dándole unas palmaditas en la grupa, sonando un poquito el plato contra el suelo, y cosas así. A los perros ancianos es preferible darles la comida en un plato hondo para que el alimento se concentre y no se salga por los bordes, como podría ocurrir en el caso de un plato llano, ya que el animal no distinguirá ni comerá lo que haya caído al suelo. Acto seguido, el dueño debe sacar el perro al patio o al jardín (a la calle, si tal es el caso) a fin de que se desahogue, pues, de no hacerlo, podría hacer sus necesidades en el mismo lugar donde se encuentra parado.
Pero aún hay otro asunto al que prestarle mucha atención en el caso de los perros con SDC, y es que, lo mismo que les pasa con la comida puede pasarles con el agua. Los perros en tal condición, especialmente aquellos que ya no ven ni oyen bien, perderán el rumbo del plato del agua, no recordarán dónde está y tampoco se interesarán por llegar a él. Es como si el agua hubiera dejado de importarles o no tuvieran sed, y esto es muy peligroso pues ya sabemos que el consumo diario de agua es vital. Puede darse el caso, incluso, de que el dueño acerque al perro al plato con agua y él no se interese. Pues bien, si estamos convencidos de que nuestro perro no está tomando agua tal como debería, la solución podría ser ponerle en el plato un poco de agua con miel o hacerle comidas bien ensopadas, como caldos y cosas por el estilo.
Otra cosa que podemos (y debemos) hacer por nuestro perro geriátrico es facilitarle la mayor comodidad posible. Que duerma, por ejemplo, sobre una vieja almohada que ya no usemos, en un lugar cómodo y acogedor. Sería imperdonable dejarlo en una perrera o a la intemperie cuando a su cuerpo le urge, como nunca antes, abrigo y confort.
Es cierto que los perros ancianos pueden darnos un poquito más de trabajo que los perros jóvenes, pero en agradecimiento por los años de amor y amistad que nos han dedicado, un poquito de compasión y cuidado extra es lo menos que merecen. Cuando han llegado a una edad avanzada es cuando más nos necesitan, así que en lugar de molestarnos y perder la paciencia con sus distracciones y torpezas, recordemos esto y brindémosles aún más cuidado y amor. Sin duda, se lo han ganado.